jueves, 22 de enero de 2015

De campesinos a franceses

https://www.youtube.com/watch?v=uKLMYZlbIb8
https://www.youtube.com/watch?v=z58BesAir4Q
https://www.youtube.com/watch?v=mFGk6v-I4Ig
https://www.bing.com/videos/search?q=moulin+rouge+movie&FORM=HDRSC3#view=detail&mid=EF63810A6F7E553B10C9EF63810A6F7E553B10C9

https://www.youtube.com/watch?v=hL9nX3UTAeg

http://en.wikipedia.org/wiki/Modernization_theory

 http://www.monografias.com/trabajos33/el-campesino/el-campesino.shtml

Cristina Losada

Las naciones no vienen de París

No vayamos a hacer como otros países, que conmemoran sus gestas a la menor ocasión, y no vayamos a aprovechar el Bicentenario para proceder a una exaltación de la nación española. Y así ha sido.

Puede que la Constitución de Cádiz fuera un proyecto irrealizable en las circunstancias de la época, pero no hay duda de que estableció el concepto moderno de nación en España. Frente al Antiguo Régimen, donde el vínculo político era la sumisión al soberano común, las Cortes de 1812 confirieron cuerpo jurídico a la nación como conjunto de toda la sociedad integrada por individuos libres y con iguales derechos. En ella y, por tanto, en ellos, se hizo residir la soberanía. Dado su carácter fundacional, el Bicentenario hubiera merecido algo más, pero, claro, estamos en España. No vayamos a hacer como otros países, que conmemoran sus gestas y hasta sus gestos a la menor ocasión y, ante todo, no vayamos a aprovechar el aniversario para proceder a una exaltación de la nación española. De ningún modo. Y el caso es que las celebraciones se han circunscrito de tal manera a la ciudad de Cádiz que se diría que La Pepa es sólo un producto local.
Mucho de lo que sucedió en esos dos siglos que nos separan de los esforzados constituyentes explica ese raro fenómeno nuestro de que cualquier celebración española –que no sea futbolística, of course- se despache con el mínimo empaque y concite pasotismo cuando no hostilidad y aversión. Y es que los cimientos que se pusieron en Cádiz no acabaron de cuajar, durante el XIX, en un Estado sólido fundado en los principios de libertad e igualdad ante la ley. Al contrario de lo que cuentan a los niños los secesionistas, no fue el exceso de centralización y jacobinismo el que estimuló, como legítima reacción, el surgimiento de regionalismos y nacionalismos, sino al revés. Fue por falta de ambos que pudieron mantenerse residuos del Antiguo Régimen y florecer los particularismos. Y si no, échese un vistazo a lo ocurrido durante el mismo arco temporal en Francia.
En su clásico estudio “De campesinos a franceses” (Peasants into Frenchmen, 1976), Eugen Weber documenta cómo un siglo después de la Revolución, había millones de franceses que desconocían que eran ciudadanos de una nación. Muchos de ellos no hablaban francés. Y en cuanto a civilización, parece cierto, aunque hoy suena cruel, lo que Balzac puso en boca de un personaje, un parisino: “No hace falta ir a América para ver salvajes.” La industrialización, las carreteras, los trenes, el servicio militar y la escuela obligatoria convirtieron, sostiene Weber, a aquellos campesinos en franceses. Porque es verdad que las naciones no vienen de París, pero París, es decir, el Estado, ayuda. Y, en nuestro caso, no ayudó. Es una vieja historia, sí, pero continúa.


 Weber is associated with several important academic arguments. His book: "Peasants into Frenchmen: The Modernization of Rural France 1870-1914", for instance, is a classic presentation of modernization theory. Although other historians such as Henri Mendras had put forward similar theories about themodernization of the French countryside, Weber's book was amongst the first to focus on changes in the period between 1870 and 1914. Weber emphasizes that well into the 19th century few French citizens regularly spoke French, but rather regional languages or dialects such as Breton, Gascon, Basque, Catalan, Flemish,Alsatian, and Corsican. Even in French-speaking areas provincial loyalties often transcended the putative bond of the nation. Between 1870 and 1914, Weber argued, a number of new forces penetrated the previously isolated countryside. These included the judicial and school systems, the army, the church, railways, roads, and a market economy. The result was the wholesale transformation of the population from "peasants," basically ignorant of the wider nation, to Frenchmen.

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