miércoles, 20 de julio de 2016

Famine and starvation

https://en.wikipedia.org/wiki/Dutch_famine_of_1944%E2%80%9345#End_of_the_famine

https://en.wikipedia.org/wiki/Minnesota_Starvation_Experiment

http://180degreehealth.com/the-concentration-camp-diet/

https://phdn.org/archives/www.ess.uwe.ac.uk/genocide/war_criminals.htm




    El texto siguiente está sacado de En el corazón del mar de Nathaniel Philbrick publicado por la editorial Seix Barral en Barcelona el año 2015.

    La diarrea es un síntoma común de inanición. El cuerpo puede recuperarse con bastante rapidez de la deshidratación, pero tarda muchísimo en recuperarse de los efectos de la inanición.
    Durante la segunda guerra mundial, el Laboratorio de Higiene Fisiológica de la Universidad de Minnesota llevó a cabo un estudio sobre la inanición que los científicos y los encargados de combatir las hambrunas todavía consideran un patrón de referencia.
    El estudio tenía por objeto ayudar a los aliados a atender las necesidades de los prisioneros de guerra y de los refugiados. Todos los participantes eran objetores de conciencia que se prestaron voluntariamente a perder el 25 por ciento de su peso corporal en seis meses.
    El experimento fue supervisado por el doctor Ancel Keys (de quien procede la denominación "ración K"). Aunque eran escasas, las raciones de los voluntarios cuidadosamente medidas de patatas, nabos, colinabos, pan moreno y macarrones (parecidas al tipo de alimentos que los refugiados podían encontrar durante la guerra) poseían una gran variedad de vitaminas y minerales. Pese a que el experimento se llevó a cabo en circunstancias clínicamente seguras, los voluntarios sufrieron graves angustias fisiológicas y psicológicas.
    A medida que fueron perdiendo peso, los hombres se volvieron letárgicos tanto en cuerpo como en espíritu. Cada vez se mostraban más irritables. Les resultaba difícil concentrarse. Les horrorizaba su falta de fuerza física y de coordinación, y muchos sufrían desvanecimientos cuando se levantaban rápidamente. Se les hincharon las extremidades. Perdieron el deseo sexual y, en su lugar, se entregaban a comentar sus platos preferidos con los demás y pasarse horas enfrascados en la lectura de libros de cocina. Se quejaban de haber perdido todo sentido de la iniciativa y la creatividad.
    Para muchos de los hombres la parte más difícil del experimento fue el período de recuperación. Semanas después de aumentar su ingesta de alimentos, todavía sentían ansias de comer. En algunos casos, llegaron a perder peso durante la primera semana después de dejar la dieta de hambre. 

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